viernes, 21 de marzo de 2014

Relato

Gris

Transcurría el mes de noviembre del año 1996. Era una noche gris y muy fría. Se había pasado gran parte del día entre chubascos y tronados. No era ese día en particular lo que me hacía sentir tan triste. Ya mi tristeza se había posado y había hecho nido en mi pecho. Con todo, nunca imaginé que aquella noche tendría el final que tuvo.

Fluía apacible el autobús por la mojada cuidad. Cuando se detenía, miraba través del cristal y me quedaba fija en cómo el peso de las hojas expresaban la carga de humedad de los árboles.

Ya me acercaba a mi parada. Allí me esperaba mi esposo, como siempre. Me despido de las compañeras; me desmonto, no sin antes hacer el gesto de adiós con las manos a mi amiga Nidia. -Adiós, hasta mañana-

Miro a todos lados, pero Alberto no está allí. -Seguro viene llegando- Me dije- Pasan unos 10 minutos y Yo allí, en aquella semi obscuridad, ya casi vacías de almas la calles. Pasa un tipo fumando, tan cerca de mí que sentí que me golpeaba su funesto aliento. Eso me atemorizó mucho, y decido no quedarme ahí parada e ir al encuentro de Alberto. Cruzo la calle y me quedo mirando fijo, a lo lejos a ver si quien viene allá, es Él. -Ya seguro viene- me digo sin dejar de caminar. En medio de la calle me encuentro con un camión varado y en la acera unas ramas que intuyo cayeron con la brisa de las lluvias. Esto me obliga a cruzar hacia la otra acera. Sigo caminando, mirando siempre hacia el frente porque mi hombre viene a mi encuentro.

-¡Dios! Ya voy llegando a la casa y Alberto no aparece. Seguro se quedo dormido. Sí, Tal vez estaba muy cansado del trabajo y la universidad-

Llego a la casa y veo a Claudia, (la muchacha que nos ayudaba en la casa y que en ocasiones se quedaba a dormir) con la bebé en brazos, se acaba de dormir. Que bella mi Bebé. Otro día en que vengo y no la puedo acariciar, ni le puedo cantar yo para dormirla. -Y Luisito? Ella me hace el gesto de que el niño estaba en su cama ya durmiendo y que hiciera silencio que se está por despertar la beba. : -¿Y Alberto, se durmió también? A lo que ella me responde en su voz más baja: -El Don salió a buscarte. ¿No lo viste? No -respondí- ¿Y por donde se fue? Yo vengo todo el camino mirando a ver si lo veo, y nada-

Salgo de la casa, rapidísimo. Voy corriendo a su encuentro y allá viene. -Ah qué locura ¿Cómo no nos vimos? Me detengo en medio de la calle a esperarlo. Sí, ahí viene él, no le puedo ver su rostro por el contraluz que proporcionaba el único poste que funcionaba en todo el rededor.

Yo, muy sonreída, lo espero. Mejor me dispongo a alcanzarlo, con mis brazos abiertos y me encuentro con los suyos, pero para tirarme, literalmente los míos al suelo.

-Pero mi amor ¿qué pasó? A lo que él responde ahí mismo en medio de la calle: -Dime dónde diablos tu estabas! Su enojo era visible. Le brillaban los ojos, apretaba los puños. Y yo sólo le pedía al cielo que no siguiera vociferando en la calle.

Se oyó, a lo lejos, un carro que aceleraba y emprendía la marcha. -Ah, ¿era en ese carro que venías de cogerte con tu amante? Porque no me dirás que tú estabas trabajando. Yo vengo caminando por el mismo camino de todas las malditas noches y por supuesto que no nos íbamos a encontrar. Era con el tipo de carro, eh? Te cogió bien? Dime coño, te cogió bien? 

Me apresuro a llegar a la casa para que no todos los que quedaban aun despiertos en el vecindario oyeran el escándalo en la calle. Corro, escapo de su estruendosa voz. Intento desaparecer, pero él me detiene, me aprieta fuerte, muy fuerte en el brazo izquierdo. Tan fuerte que siento sus nudillos en mis huesos. -Por favor, Dios mio, por favor, Señor...

Era una noche tan fría, tan silenciosa y tan triste, que se podía palpar mientras el cielo transcurría en "Nubarrones Malva"

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